Pongo tarta porque en la mayoría de los casos los sentimientos de culpabilidad suelen venir después de un cumpleaños. Pero podría ser galletas, chocolate, la cerveza de los viernes o la pizza de los sábados. La conversación suele ir así:
– ¡Hola!, ¿qué tal estás?
-Pues bastante mal, el domingo tuve el cumpleaños de mi suegro y, claro, tuve que comerme un trozo de tarta.
– ¿Y qué más comiste?
-Nada, solo el trozo de tarta pero, vamos, que fue un trozo muy pequeñito y cuando me dijeron de repetir, dije que no, no me apetecía más la verdad.
-¿Y qué tal las demás comidas a lo largo de la semana?
-Muy bien, he puesto en práctica todo lo que hablamos, voy aumentando mi ración de verduras, he conseguido tomar ya dos frutas diarias, he conseguido beber más agua a lo largo del día… Yo creo que lo he hecho bien.
-Entonces si en la balanza hay más cosas buenas que malas, ¿por qué te enfocas en lo malo?
He aquí el claro ejemplo de martirizarnos con las cosas que pensamos que hacemos mal y no dar la importancia que se merecen los cambios saludables que hemos conseguido. Y quiero resaltar que los cambios saludables no son solo incrementar el consumo de verduras, hacer más ejercicio o evitar el consumo de alcohol. También son, e igual de importantes, el comer un trozo de tarta y no sentirte mal por ello. O el beberte una cerveza cuando fuiste a celebrar que ha ganado el Pucela. El salir a cenar un sábado noche con tus amigas y disfrutar de la cena. El ir a comer el domingo a casa de tus padres y no mandarles hacer una comida aparte para ti. No es lo mismo comer saludable que tener una relación saludable con la comida. Igual de importante son las dos, así que cuidémoslas.
